Los hombres y las mujeres están organizados de forma bastante diferente, y esto se manifiesta no sólo en la fisiología, sino también en la percepción del mundo y las relaciones interpersonales. A veces, esas diferencias pueden provocar incomprensión e incluso decepción, sobre todo cuando su comportamiento parece ilógico u ofensivo. Pero es importante recordar que comportamientos como los comentarios inapropiados o los regaños suelen enmascarar algo más que una simple grosería o falta de atención.
Un ejemplo claro es la actitud de un hombre ante el estilo de vestir de su pareja. A veces a un hombre puede no gustarle lo que ella lleva, aunque a todo el mundo le guste. Y esto no siempre se debe a razones objetivas, como un estilo inapropiado o un color desafortunado. Un hombre enamorado puede ver en su amada a la mujer que formó en su corazón como delicada y frágil, y a veces quiere que siga siéndolo en todo, incluido el estilo de vestir. En tales casos puede ayudar a hablar y el deseo de complacer a su pareja, sin olvidarse de sus propias preferencias.
Pero, ¿qué hacer si un hombre critica absolutamente todo, desde la ropa hasta el pelo y el maquillaje? En este caso, puede surgir la pregunta: ¿por qué te ha prestado atención, si no le gusta tu aspecto? Esta crítica constante puede estar relacionada con sus inseguridades personales o con un intento de establecerse a costa de tu aspecto. Este comportamiento es similar a cuando un hombre critica incluso el aspecto de una mujer en el contexto del sobrepeso. Aquí es importante darse cuenta de que tales críticas pueden ser una forma de autoafirmación más que un deseo genuino de ayudar.
La crítica de la apariencia es sólo una de las formas de presión a las que se enfrentan las mujeres en las relaciones. No es raro que nos encontremos con el problema de que nuestras parejas sean descuidadas. Los hombres suelen percibir la domesticidad como algo no tan importante, porque para ellos la comodidad consiste sobre todo en estar cómodo y hacer el mínimo esfuerzo. Si las cosas están desordenadas, no les parece un problema, hasta que hay una necesidad objetiva de limpieza. Sin embargo, conviene recordar que este «desorden» esconde a menudo una inseguridad interior o una falta de armonía, que se manifiesta en la discrepancia entre el exterior y el interior del hombre.
La infantilización del hombre, su incapacidad para organizar su propio hogar y su falta de atención a cosas tan básicas como unos calcetines limpios o la ropa bien doblada también pueden ser fuente de frustración. Esta necesidad de cuidados constantes por parte de la mujer puede durar toda la vida si no se toman medidas para cambiar esos hábitos. A la larga, esto puede llevar a que la mujer se convierta no sólo en la pareja, sino también en la «cuidadora» del adulto, lo cual es sumamente agotador y no siempre justo.
Estas carencias no siempre son fáciles de aceptar y, para evitar desacuerdos y mantener la armonía en la relación, es importante aprender a comprender las razones de estas características. Los hombres, como las mujeres, pueden ser vulnerables y necesitar apoyo, pero cuando este equilibrio se rompe, la relación puede convertirse en una pesada carga para una de las partes. En futuros artículos seguiremos analizando no sólo las complejidades del comportamiento masculino, sino también las formas de abordar estos problemas en las relaciones.