La generosidad y la capacidad de compartir no son cualidades exclusivas de los adultos. Las investigaciones demuestran que los niños pequeños también disfrutan ayudando a los demás. Ya a los dos años experimentan alegría cuando pueden compartir algo de valor para ellos.

Científicos de la Universidad de Columbia Británica realizaron un experimento en el que observaron la reacción de los bebés ante distintas situaciones. Resultó que los niños eran más felices cuando daban su golosina a otro niño que cuando la recibían ellos mismos. Curiosamente, dar su propia comida les producía más alegría que dar algo que no les pertenecía en primer lugar.

Estos hallazgos se hacen eco de investigaciones realizadas en adultos que demuestran que ayudar a los demás mejora el estado de ánimo y aporta satisfacción emocional. Aunque una persona pierda algo tangible, el mero proceso de ayudar evoca emociones positivas.

Se cree que los niños pequeños son propensos al egoísmo, pero las observaciones demuestran lo contrario. La capacidad de compartir aparece en ellos en etapas tempranas del desarrollo y les produce placer. Esto puede significar que el impulso de ayudar a los demás es inherente a la naturaleza humana.

Los investigadores sugieren que el altruismo es una parte importante de la sociedad humana. El deseo de cuidar a los demás no sólo se observa en las interacciones con los seres queridos, sino también al ayudar a extraños. Esta cualidad contribuye a reforzar los lazos sociales y hace que la sociedad esté más cohesionada.

Los padres deben fomentar esta inclinación natural en sus hijos. Fomentar los actos de bondad y mostrar ejemplos de preocupación por los demás ayudará a los niños a mantener este rasgo en la edad adulta.